jueves, 31 de diciembre de 2020

Erase una vez, un punto indeterminado y un espacio indefinido, en un momento impreciso y tonto.

                       Erase una vez un punto en un espacio. No era un punto cualquiera. Era un punto indeterminado. Y el espacio tampoco era un espacio común sino que era un espacio abierto, indefinido. Y, así, en un espacio indefinido, habitaba un punto indeterminado.  ¿O era al revés... que en un punto indeterminado existía un espacio indefinido? 

En aquel espacio indefinido y liso, infinito y solitario, el punto indeterminado, desde su también indeterminada duda, empezó a inquietarse. ¿Qué era todo ese espacio? ¿Qué hacía ahí, en su mundo puntual? ¿De donde había surgido todo ese espacio tan vasto? ¿Para qué? Pero, claro; de no existir esa vaguedad ilimitada, ¿como podría justificar su propia existencia, su mismo instante? El punto llegó a tal punto de inquietud sobre tanta indefinición, que dudó hasta de si mismo, de su propia definida redondez, de su puntualidad y determinada rotundidad, de su existencia como colofón indeterminado. Pero, como no podía negar su propia culminación, decidió pensarse desde un punto concreto. Durante el examen de su existencia, el punto buscó y rebuscó alguna arista que perfilara una idea sobre sí mismo, un ángulo que le diera una pista desde la que saberse, una perspectiva propia. Pero solo encontraba una curva tras otra. Todas precisas y a la vez, vacilantes. Nunca acababan de cerrarse del todo. Eran curvas pronunciadas, fuertes. Ya su amenazadora sinuosidad las delataba como peligrosas, concluyentes. De repente, el pobre punto se sintió solo y perdido y, contemplando aquel enorme espacio indefinido que se mostraba sin pudor tan amplio ante el, se preguntó si no sería posible, en todo aquel espacio, encontrar algún otro punto indeterminado hacia el que poder dirigirse. Tras varias horas de contemplación espacial, decidió poner punto a la filosofía con el firme propósito de conquistar el espacio en algún momento puntual.

Aún no había bien amanecido cuando el punto indeterminado se puso en pie y punto. Y punto porque hay que puntualizar que el espacio indefinido que se desplegaba ante el punto, tenía un puntito de apabullante. 

¿Por donde empezar? -se preguntó- 

Empezaré por el principio. -se contestó-

Y llegados a este punto se nos plantea una disyuntiva puntual que presenta una paradoja y es que, nuestro punto, aún desde su natural indeterminación, es indisputable en su papel rematador y, desde este punto de vista, un punto, por indeterminado que sea, siempre será, en si mismo, una meta, un final, un aparte, una conclusión. Raramente un inicio. Si. Ya. La vida de los puntos no es fácil. Es terminal. Otra indefinición definida. Como el espacio. Existen puntos de los que la gente escapa siempre que puede y, otros por los que enloquecen por conseguir y,... pero, no. Esa es otra historia. Me estoy desviando del tema y tengo un espacio indefinido que acotar. Si. Ya se que esa es otra de las funciones de un punto. No he querido parecer intrusista; solo estaba poniendo algunos puntos en su sitio. Porque, aunque también existen puntos de valoración que, como un juicio de lo mismo también señalan, la verdad es que no son lo mismo. Los puntos de valoración nunca condenan. Algo que no se puede decir del punto y aparte, siempre tan excluyente. O de los puntos de inflexión, siempre tan variables que no sabes a que tiempo atenerte para verbalizar nada. ¿Qué me pongo, el gerundio o, el infinitivo? Pero, me estoy volviendo a desviar del tema. Pongamos punto a este asunto y volvamos al punto de partida de la cuestión: ese punto indeterminado vagando por un espacio indefinido. 

Cuando un punto indeterminado se aferra a un espacio indefinido y se queda a vivir en ese lugar espacial inconcreto, pierde su calidad de indeterminación para pasar a ser una señal más o menos precisa. Entonces deja de ser un "punto indeterminado", para ser un "punto de encuentro". Un punto de encuentro es fácilmente identificable. Por ejemplo, en esos mapas vagos y difusos, casi indescifrables de los aeropuertos; allí siempre hay uno. Se los reconoce por su color rojo vivo y se los conoce por su nombre internacional: "Meeting Point". Pero es solo para darse tono porque, en realidad son lo que son: un punto indeterminado en un espacio indefinido que tratan de maquillar con la incomprensible y totalmente inútil expresión situacional de, "You Are Here". Un punto espacial absolutamente innecesario pues, quién ha llegado hasta ese punto es por que no sabe si esta "Here" o "There". El espacio, al igual que el punto, tiene muchas formas y aplicaciones y a cada espacio se lo reconoce por su nombre que, a su vez, le viene dado por su atmosfera. Así, un espacio puede ser tranquilo o "Chill out", estridente, sereno y limitado; propio o ajeno, terrenal o sideral; un espacio abierto o uno cerrado. Los hay de todos los tamaños. Y si bien los espacios públicos suelen ser gratuitos, los espacios privados valen un dineral y su precio depende siempre del espacio en si. Aunque los humanos han inventado un juego que usan para valorar el espacio que se llama "Tasación" que va a favor del inversor que se reserva el derecho de la retasación variando el valor del espacio como el quiera, cuando el quiera. Esa es la segunda parte del juego. Se llama "Especulación". Pero ese también es otro tema. Estoy perdiendo la puntualidad. Volviendo al punto, la verdad es que en el dificultoso mundo de los puntos lo que mejor funciona es su democracia. Allí, en su sociedad, todos los puntos son puntos. Y punto. Y no será por falta de variedad, ¿eh? Que si los puntos de vista, los puntos dobles que llaman "Dos Puntos", los puntos y aparte, los puntos y seguido, los solitarios y funestos puntos finales, los orientativos puntos cardinales y los puntos que pasean a todas horas cogiditos de la mano de su señora formando una pareja de inseparables: los señores punto y coma. Los espacios también son locales, peatonales y para juegos. Incluso pueden ser vitales. Y, en ese sentido, los espacios son mas numerosos porque son mas necesarios. Imprescindibles, me atrevería a decir. ¿Quién de nosotros no dispone de espacio personal? Es importante tener uno. Por reducido que sea, el espacio personal es el punto de encuentro de cada cual y tiene titulo de irrenunciable. En cambio, un punto es perfectamente prescindible o sustituible si fuese preciso. Un punto, sea cual sea su naturaleza es inmutable. El espacio, sin embargo, esta en constante cambio, vive dentro de la impermanencia continua. Sino, consultense precios. El espacio personal también puede redefinirse, renombrarse, readaptarse, expandirse o recortarse. Aunque no siempre el titular interviene en esas puntualidades sobre la redefinición del espacio. El espacio tiene, además de muchas aplicaciones y múltiples servicios, un sin fin de accesorios. En cambio, un punto es el colmo. Es un "non plus ultra", una Tierra Plana. La finitud misma. Un punto es inamovible. Empieza y acaba en el mismo punto. Es decir; en si mismo. El espacio siempre puede aparcelarse: tu espacio, mi espacio, su espacio, nuestro espacio. Según convenga. Los puntos, en cambio, no se relacionan con nada que no sea un final. El espacio es diferente. Uno, si quiere, puede cambiar de espacio. Incluso puede cambiar de lugar y llevarse consigo su propio espacio. Un punto es inapelable. Mientras que el espacio siempre puede ser discutible. Vaya. Creo que me he vuelto a escapar de mi espacio y he vuelto a perder el punto. Que desastre. Soy un desastre sin remedio y punto. ¿Sabes que? Que mejor dejo que el espacio indefinido siga inalterable en su abstracción y permito que el punto, que en realidad es solo un momento, un sencillo instante, disfrute de  su indeterminación. Porque, veamos, ¿Qué gana nadie con alterar el espacio y el momento? Pues, dejemos a cada cual en su espacio y con su punto. Lo que no acabo de entender es eso de quien de los dos ocupa o habita en quien. En fin; utilicemos el socorrido punto final para acabar con este momento impreciso y tonto. Eso si; antes de finalizar del todo debo hacer una pequeña corrección a modo de concretar mejor. He afirmado con vehemencia que, el punto, es un final en si mismo y que suele relacionarse con las parcelas terminales. Bien. Eso no es del todo correcto porque, ¿Dónde situamos sino el "punto de partida"? Este blog es precisamente eso: un punto de partida. Y también, un punto de encuentro. Y todo eso ocurre a la vez, en este pequeño espacio aún por definir.